No es un vicio, es mi paz…
No tienes nada que reprochar…
Yo fumo para acallar con el
humo
El enjambre de furiosas avispas
Que yace dentro de mi pecho…
Ese amargo lecho
Que ellas han acogido
Para sus ruidosos conciertos
Y que no permiten…
Ni por un segundo…
Que el alma quede en silencio…
Pero el humo las espanta…
Las paraliza un poco…
Dejan de aguijonear mis
entrañas
Y me regalan un respiro…
Un sublime descanso
De ese zumbido perpetuo…
Y tú sin embargo
Me pides parar…
No te das cuenta que,
Cuando tú estas cerca,
Sus alas se mueven más rápido,
Su canto más agudo,
Y más doloroso su veneno…
Y yo ante el dolor,
Me ruborizo, me mareo,
Como si la fiebre me abarcara,
Como si el cuerpo no
resistiera,
Y comienzo a perecer…
Y a tu despedida es peor,
Furiosas embisten el adiós,
Me reclaman un nuevo encuentro,
Y necesito,
Para no caer…
Doblegarlas con el humo,
De un cigarrillo tras de otro…
A ver si las puedo tranquilizar
De esa fuerza malsana que
adquieren
Con el ímpetu de tu lejanía…
Así es que te lo repito,
No es un vicio, es mi paz,
Si las avispas fuesen en mi
cabeza,
No las intentaría callar,
Pero se hallan en mi pecho,
Y allí duelen mucho más…
Por eso el humo es mi mejor
amigo,
Mucho más cuando ya no estás…
Pancho.