Las ratas se comen los recuerdos entre las bóvedas cloacales de fugaces momentos de sudor entre las piernas, el suave cantar del agua bajando por las tuberías arrulla el fracasado sueño en superficies multiformes llenas de mierda y podredumbre en las cuales el vagabundo sueña; siente sus botas impregnarse con sangre seca de sus pies gastados y cae al apoyarse cansado en el piso que emana el siempre detestable vapor de sus sueños, vapor pestilente que asfixia el tenue cantar de la briza matinal. Viscosas secreciones corporales lo acompañan en su caminata haciendo del desvalido subterráneo el rey del castillo de los deshechos. Los ojos se elevan en busca de purpuras destellos, en lo alto de la torre está sentado, la basura lo rodea con el desamparo de su desgraciado destino, busca la mirada de la superficie, esa mirada firme pero reconfortante que le obliga a continuar con vida y entre el vaho fecal y la humedad de las paredes se puede ver su cansado rostro iluminado por un haz de luz verdosa que le ha regalado la luna. El resonar de las putrefactas aguas y el constante pasar de los roedores da el ritmo con el que su ronca voz levanta en la madrugada el cantar profundo de llamado a quien nuca tuvo y aun así perdió. Solo una rosa negra lo acompaña en su larga espera, tan solo por su flor querida es a quien él espera y espera…
Pancho
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