domingo, 20 de febrero de 2011

Demos un paseo

He de pedirte un paseo con el más afanoso encanto para conducirte entre tinieblas por este mundo tan vasto. Una caminata por senderos que quizá nunca alcanzaste a ver y que sin embargo tus pies los conocen más que bien. Voy a llevarte hacia la explanada de los pajarillos cantantes que solo son escuchados por oídos pendientes y mentes dementes, ahí te mostrare el más fiel de los delirios, árbol donde vivió el mismo diablo entre la ciudad escondido, majestuoso ser, aferrado a su suelo milenario y viejo; ya cansado por tanto puñal en el rasgado, no marcare tu nombre pero en el quedara impreso en cada una de sus hojas, llegando como cartas otoñales a los indiferentes viajantes. Abandonaremos el árbol como ya el demonio lo hizo en busca de nuevas aventuras lejos del citadino suplicio. Caminaremos entretenidos en nuestros diálogos absurdos mientras nuestros pies solos van marcando el rumbo, encaminados estaremos cuando al fin nos hallemos perdidos, hacia el mundo de los callejones oscuros donde habita la oscuridad y la magia. Entre desolación y podredumbre encontraremos esperanza, sonrisas amarillentas en rostros duros, por el frio marcadas. Poco a poco entre tus ojos la realidad perderá sentido y al fin miraras el mundo que se encontraba perdido, las luces purpuras y violetas bailando alrededor de tu cuerpo, jugando a iluminarte en los recónditos arrabales donde el sol no ha sabido llegar. Junto a una carreta vieja nos detendremos, hogar de la diosa del vicio es el lugar que encontraremos. Ella gustosa nos recibirá con su ladina sonrisa de gitana; un cáliz de ambrosias extenderá para nuestro disfrute. La esencia recorrerá tu garganta hasta llegar a tus sentidos y lo veras todo claro y podrás escuchar los cantos, los matutinos deambulares de alimañas dando ritmo a nuestros pasos. Abandonado el recinto podrás ver bien mi rostro, el de un ser impróspero abrigado por la muerte, pero siempre con una sonrisa y con la mano extendida, para poderte seguir guiando por la tiniebla escondida. He de contemplar tus ojos pues en ellos concluye mi viaje, en esas puertas impenetrables hacia mundos inconcebibles.   

Ya cansados de tanto andar extender las alas en pleno vuelo, dejar que nuestros pies abandonen el suelo como el beso de despedida en el día de la partida, elevarnos lentamente mientras dedica el viento su canción, dejar que a nuestras plumas las mojen las pesadas gotas de una lluvia al terminar, sin turbarnos, sin dañarnos, solamente refrescando  nuestros rostros que se encaminan al cielo. Yo veré tus alas grises cortar el aire como cuchillas y cabello flotar libre como cascadas negras en tu cuello, mientras mis alas más gastadas y negras como la media noche planean sobre tu hombro en absoluta contemplación. Abstraídos por el viaje nos acogerán las nubes en sus cobrizos palacios de mil formas incoherentes, donde encontraremos la tan ansiada paz escondida y ya impaciente por nuestro pronto arribar. Un descanso confortante, sueño insomne de la realidad, la suavidad imperante en nuestros cuerpos siente la necesidad de continuar. Y así lo hacemos vivazmente tomando de rehén al siempre escandaloso grito del trueno para a nuestro regreso a casa extenderlo por los suelos. Vagabundos en el paraíso, turistas de lo eterno tendremos que dejar la morada de los castillos sin habitar, para elevarnos un poco más y llegar al filo del mundo desde donde podamos ver con claridad aquel perfil viciado y putrefacto que invade la superficie pero que aun así no pierde su hermosura. Un abrazo me regalaras y nuestras alas se volverán una formando un sol opaco que nadie podrá entender pero que en nosotros vivirá siempre.    

Llega la hora de descender ahora tomados de la mano, en un divagar abstracto que quisiéramos no terminase. Contemplativos, aislados, como si la muerte nos hubiese regalado un segundo de su gloria. Ya con los pies en el suelo nuestras alas continuarán desplegadas listas para cuando en algún momento vuelvan juntas a volar. 

Es hora de nadar en los charcos que habitan los pasos apresurados de gente temerosa a la lluvia por su fuerza y más que nada por su encanto, es allí donde encontraremos nadando sin presión ni apuros historias épicas de gente vulgar que las ha abandonado a su suerte. Sumergidos en el agua con los cabellos jugueteando sobre nuestras cabezas escucharemos sus haberes, sus encantos y desencantos, en el charlar sordo de los peses que sus cuentos nos van narrando. Y esperaremos mil años hasta escuchar tan solo unas cuantas para luego retirarnos buscando aguas más cálidas. Podrás ver navegando sobre nosotros un barco de papel errante, ladeado hacia proa por la humedad y sin embargo imperante, el dueño de aquellas aguas luchando furioso contra corriente, buscando cumplir su objetivo llevar un mensaje a un amante. Entre las borrosas letras del papel y la escaza luz de la profundidad no podremos descifrar el manuscrito pero es evidente por el empeño del mensajero que las palabras en el trazadas son más que simplemente palabras. Tal vez en aquel barquito capitanea la ilusión tal vez y solo tal vez lucha contra la corriente un corazón.  

El cielo se torna ocre, la noche ha comenzado a caer, y el camino largo de regreso nos obliga retroceder. Tu rostro cansado y dulce me dirá que ha valido la pena, que un nuevo camino muy pronto nos espera. El sueño se apodera de tus ojos y el agotamiento de tus brazos, caes rendida en dulces sueños mientras te cargo en mi regazo. Te arropo entre tus sabanas y un beso en la frente te doy pues tu sueño ya es profundo y no lo quiero turbar, yo por mi parte me apresuro pues tengo aún mucho por abarcar, la noche a penas empieza y mi camino debe continuar. Pero al amanecer bajo tu almohada encontraras un presente, una pluma negra de mis alas como invitación a contigo siempre volar… 

Pancho.

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