lunes, 14 de febrero de 2011

Amanecer

Un respiro, un abrigo
La manta cubriendo mi desnudez
El sudor empapando mi piel
Toses, espasmos, gemidos
Cuerpo enfermo envuelto en alucinación
Humo, cigarro, cenicero
Calmante fallido
Ambiente viciado
Las cortinas cerradas
Un haz de luz estampado en los ojos
Silencio, calma, desesperación
Movimiento imperceptible
Quietud etérea en derredor
Esquinas, marcos, sombras
Solo un vaivén desquiciante
Polutas navegantes constructoras del sueño

Una lagrima, las uñas apretadas
Su piel casi tangible apostada en mi regazo
Su cabello, su mejilla, su hombro
Mi mano tiembla al contacto
Sensación humedad
Palpitar acelerado
Mis labios, sus labios
Explosión inevitable
Un beso

Sombras diluidas
Dispersa la crema en el café
Solo ha quedado el vacio
Llanto, espasmos, movimiento
Realidad confusa
Un grito

La vista quebrada reconociendo su entorno
Los libros apilados
Hojas arrugadas sobre el piso
Una pluma titilante sobre las sabanas
Las letras rasgadas
Las frases cortadas
Busco la botella
Ya no está
Torrente de sobriedad en las venas
Aliento a embriaguez
Realidad
Maldita realidad

Un fosforo, otro cigarro
El cenicero lleno
Las rosas marchitas, atentas, observantes
El vaho humeante y multiforme
Procedencia incandescente del miedo
La sangre en la lengua
Quijada manchada
Lágrimas secas, dedos amarillos
Único reflejo luminoso apartándose de mi
Los labios en las rodillas
Las manos entrecruzadas
Mis ojos buscan la luna
No está

Las cortinas se aclaran ante el amanecer tardío
Cerebro distorsionado
Gastado, terminal
Gallos a cantar y campanas redoblar
La ultima lágrima
El humo se dispersa y con él la alucinación

Otro día ha empezado
Con la misma calidez del anterior
Los dedos siguen fríos
Las rosas, los libros, la pluma
Hoy la soledad se va a quedar
Vuelvo a fingir tranquilidad
Pero en la noche
La locura y yo nos volveremos a amar.

Pancho

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