sábado, 6 de agosto de 2011

Delirio.

Se derrite el asfalto ya vacio, sin caminante.
Se acerca el sol un poco más a la ventana.
El vagabundo sin refugio ni salida.
Vive preso de la libertad de su vida.

Acariciando los pasos de otro lugar en otro tiempo.
Buscando rostros ajenos en sombras multiformes.
Alientos agitados, melancólicos, extasiados.
Se funden de verano el amor y el engaño.

La noche se acorta sin tregua a la oscuridad.
El silencio no perdona ruego ni necesidad.
La parte más oscura no lo es lo suficiente.
La mañana llega, absurda e indiferente.

Sujeto desde la raíz al árbol de su espera.
Maldigo en vos alta la lejana primavera.
Me encierro alejado de prisión o carcelero.
Y soy liberado por mi susurro traicionero.

No hay mas lugar que en que estoy aquí parado.
Ni tampoco más tiempo que el que ha sido atrapado.
Se puede jugar a darle al minutero cuerda.
O se puede olvidar que el mundo también recuerda.

No ha podido encontrarme la máscara del olvido.
Llevo un disfraz de riachuelo en el que estoy sumergido.
Solo las piedras que en mi navegan pueden escuchar mi canto.
Y uno que otro amante perdido que vierte en mi su llanto.

No existe en este infierno suficiente fuego para derretir el hielo del que estoy hecho.
Ni suficientes clavos para interrumpir el sueño de mi lecho.
No soy un faquir pero resisto más de lo que puedo imaginar.
No puedo volar porque no tengo alas, pero ya aprendí a soñar.

Y después de beberme el sudor de la agonía.
Hecho a patadas el frescor del nuevo día.
Cierro con llave el cajón de la existencia.
Para que no salga en busca de una nueva ausencia.

Veo cuerpos bambolearse entre mis oscuros deseos.
Sin forma, sin pasión, sin rostro y sin canto.
Solo sombras de sudores entre sabanas aun calientes.
No hay nombres, no hay caricias, solo flagelantes insinuaciones.

Nunca es una buena historia aquella que no tiene principio.
Como un cadáver sin pena ni gloria abandonado en su delirio.
Así se dibuja la bruma al cruzar por la avenida.
No será un día más. Solo será otro día.

Mi desvelo y mi anhelo hacen el amor en el tejado.
Las paredes se destiñen del sueño ya perdido.
Moscas llenando mi boca, acallando mis quejidos.
Vuelan hacia mi conciencia para alimentarse de delirios.

Si he muerto no hallaran el cuerpo, se lo he regalado a la luna.
Solo un resplandor en la noche llamando a la ingrata solead.
Que se ha perdido en el camino, que no ha querido venir conmigo.
Ha buscado un nuevo amigo para compartir sus desconsuelos.

En mi tumba no hay un epitafio, solo un pequeño espejo que te muestra lo que no quieres ver.
Eso que eres, ese ser desnudo, ese a quien no reconoces más.
Una sombra paralela a la tuya sin cuerpo que la proyecte.
Un recuerdo incrustado en tu memoria que a veces golpea tu mente.

El delirio ha calado en la medula del ser que habita.
Ha resquebrajado el ceno que lo alimenta y destrozado la coherencia que atormenta.
Ha regalado libertad a un cuerpo despojado de virtudes.
Y ha dejado los miedos muertos enterrados en sus ataúdes.

Pancho.

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