Desde la comisura ingrata de los besos no dados,
Desde el lugar anhelado de los sueños perdidos,
Desprendiéndose del asfalto como el corazón de esta ciudad,
Y arrancándole al alma su mascara sin piedad,
Llega el momento preciso, aquel abrazo sincero,
Ese momento perfecto, absurdo y pasajero.
Ambiguo recordatorio de lo que tal vez nunca fuimos,
De aquello que nunca estuvo, de lo que nunca tuvimos,
Esa delicada tonada que no escuchamos al pasar,
Del lugar más seguro donde no pudimos estar,
El presente inexistente se ríe de nosotros desde el pasado,
Y el futuro insolente solo mira esperanzado.
Tu rostro purpura desdibujado entre los bordes marchitos,
Tus ojos desencajados, vacuos, muertos,
Latente la fuerza innata de seguir avanzando,
Un tictac tras otro, pendular destino, seguir cayendo,
Destino ingrato, el tuyo y el mío, carente de cambio en un solo sentido,
Tiempo irrespetable, tiempo inevitable, pero no tiempo perdido.
Casualidad antropomorfa en sentimiento de expiación,
Delirium tremens disfrazado de alucinación,
Está allí otra vez, como del ayer un reflejo,
En otro lugar, en otra promesa, en otro reclamo al espejo,
En un vaivén de confusión, en la más profunda incertidumbre,
Y no eres tu ni soy yo, es la locura con su nombre.
Lirios, rosas y crisantemos expuestos sobre un lienzo multiforme,
Deseo de no terminar nunca, de que el mundo se transforme,
De que el pasado no se recuerde, de que el futuro no llegue,
Y la noche vuelva a clarear cuando tu llanto se apacigüe,
En un presente intransitorio en donde sea eterno nuestro canto,
Y sepamos que esto es mucho sin siquiera preguntar cuánto.
Noctámbulos sitiando la bruma, enmarañándose en la quietud ajena,
Perdidos entre tumultos de sombras, esperando la aurora lejana,
Pero un sueño prevalece tras los ojos de una ventana,
Un insomne vagabundo en camino hacia el mañana,
Casi inerte, impenetrable, compartiendo con la luna su encanto,
Locura insensata, solo busca dentro de un sueño un dulce momento.
Desde el lugar anhelado de los sueños perdidos,
Desprendiéndose del asfalto como el corazón de esta ciudad,
Y arrancándole al alma su mascara sin piedad,
Llega el momento preciso, aquel abrazo sincero,
Ese momento perfecto, absurdo y pasajero.
Ambiguo recordatorio de lo que tal vez nunca fuimos,
De aquello que nunca estuvo, de lo que nunca tuvimos,
Esa delicada tonada que no escuchamos al pasar,
Del lugar más seguro donde no pudimos estar,
El presente inexistente se ríe de nosotros desde el pasado,
Y el futuro insolente solo mira esperanzado.
Tu rostro purpura desdibujado entre los bordes marchitos,
Tus ojos desencajados, vacuos, muertos,
Latente la fuerza innata de seguir avanzando,
Un tictac tras otro, pendular destino, seguir cayendo,
Destino ingrato, el tuyo y el mío, carente de cambio en un solo sentido,
Tiempo irrespetable, tiempo inevitable, pero no tiempo perdido.
Casualidad antropomorfa en sentimiento de expiación,
Delirium tremens disfrazado de alucinación,
Está allí otra vez, como del ayer un reflejo,
En otro lugar, en otra promesa, en otro reclamo al espejo,
En un vaivén de confusión, en la más profunda incertidumbre,
Y no eres tu ni soy yo, es la locura con su nombre.
Lirios, rosas y crisantemos expuestos sobre un lienzo multiforme,
Deseo de no terminar nunca, de que el mundo se transforme,
De que el pasado no se recuerde, de que el futuro no llegue,
Y la noche vuelva a clarear cuando tu llanto se apacigüe,
En un presente intransitorio en donde sea eterno nuestro canto,
Y sepamos que esto es mucho sin siquiera preguntar cuánto.
Noctámbulos sitiando la bruma, enmarañándose en la quietud ajena,
Perdidos entre tumultos de sombras, esperando la aurora lejana,
Pero un sueño prevalece tras los ojos de una ventana,
Un insomne vagabundo en camino hacia el mañana,
Casi inerte, impenetrable, compartiendo con la luna su encanto,
Locura insensata, solo busca dentro de un sueño un dulce momento.
Pancho.
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